GASTRONOMÍA

Tapear y comer, en los pueblos de Sevilla: Peñaflor.

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 Nombre Domicilio
El Rincón de Murillo   Calle Santa Ángela de la Cruz, 2.
Cervecería La Feria.  Calle Miguel de Cervantes, 21.

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Peñaflor, por su localización geográfica en la llanura aluvial del antiguo Beatis, muy próximo a su margen derecho y cercano también a las primeras estribaciones de Sierra Morena, se encuentra en una situación privilegiada que ha hecho que esta localidad haya tenido una historia larga y fructífera, sobre todo en épocas antiguas. Los datos de mayor antigüedad que se conocen son del periodo Neolítico, concretamente unas hachas de mano pulimentadas, de aproximadamente unos 4.500 años a.c. Sin embargo se puede afirmar, aunque sin datos arqueológicos que lo confirmen, que la zona fue habitada durante el periodo Paleolítico debido, precisamente, a esa localización a la que hemos hecho mención, y a que se encuentra en una zona del valle o depresión que no fue muy afectada por las transgresiones marinas en las épocas interglaciares.

El siguiente periodo del que tenemos datos más o menos directo es el Bronce, considerando dentro de este la tradicional etapa calcolítica. En este periodo, aproximadamente del 3.000 al 1.000 a.C., se empieza a utilizar el metal, se mejoran las técnicas agrícolas y las influencias externas a la península se hacen más evidentes. Pero antes de pasar a analizar este momento histórico hay todavía que aclarar un punto relacionado con el Peñaflor preromano: la localización de la ciudad romana de Celti. Los autores clásicos y especialmente Plinio en su itinerarium la sitúan como el primer núcleo perteneciente al conventus o jurisdicción de Hispalis, pero su descripción no ha sido interpretada siempre de la misma forma y así se ha localizado Celti en zonas serranas ( cerca de la Puebla de los Infantes, de las Navas o de Constantina) pero tanto por los datos que nos aporta Plinio como por los restos y las estructuras urbanas que han ido apareciendo en las excavaciones realizadas tenemos que afirmar, sin lugar a dudas, que la Celti romana estaba situada en la Peñaflor actual.

Las excavaciones realizadas desde hace unos años en la zona de la Viña van descubriendo la estructura urbana del oppidium (ciudad con murallas) de Celti. Su localización es la más lógica para aprovechar las condiciones más positivas de la comunicación fluvial, para resguardarse de los elementos negativos de la cercanía del río y para encontrarse bien comunicada con la zona de la sierra. Si la villa se situaba aquí las necrópolis o cementerios se encontraban fuera de la zona amurallada, en la parte baja del actual pueblo (cerca de la plaza) y en la zona que se orienta hacia la sierra (en el antiguo camino de Sevilla). Además se sabe que el abastecimiento de agua se hacía mediante una conducción o acueducto desde Almenara. De esta época es bien conocido por todos que se conservan infinidad de restos: tumbas, ajuares, mosaicos, restos de columnas, tanto fustes, como capiteles o basas, monedas, inscripciones epigráficas, etc., que demuestran la importancia de la época romana en la zona.

De esta forma Celti se convirtió en uno de los puntos en el importante comercio fluvial que se producía en el triángulo Córduba-Astigi-Hispalis, a pesar de la construcción de calzadas entre esas ciudades. Muestra de esto es la producción alfarera que es importante por los restos locales, principalmente el horno alfarero conocido popularmente como «la Botica», construido con fragmentos de ánforas, y otros que se debían haber encontrado cerca del río por los restos que se han hallado. También esa importancia viene dada por los restos de ánforas que gracias al comercio de aceite fueron llegando a Roma y se acumulaban en el monte Testaccio. Allí se han descubierto marcas de alfareros (que normalmente se encontraban en lasa asas de las ánforas) de Celti, concretamente las de la marca Trebii.

Como ocurre en otros muchos lugares, el periodo musulmán de Peñaflor, es la más enigmática de todas por la escasez de fuentes con la que se cuenta. Como es lógico pensar, los musulmanes llegarían a esta zona camino de la antigua Astigi a mediados del 711, quedando, como otras muchas villas y ciudades, bajo su dominio. El dominio musulmán se caracterizó en general por su tolerancia a otras religiones, especialmente la cristiana, siempre que se cumplieran ciertas reglas. Esta situación se mantuvo salvo en una serie de etapas de mayor intransigencia Musulmana o de ciertos sectores de los dirigentes cristianos mozárabes, que podríamos llamar estrictamente ortodoxos, que no estaban dispuesto a limitar la demostración de su fe. En este contexto de intransigencia por ambas partes se encuentra el fenómeno de los mártires voluntarios de mediados del siglo XI, que tiene en Peñaflor un acontecimiento fundamental de su historia pues los Santos Mártiles Crispulo y Restituto fueron aquí martirizados, y cuenta la leyenda que la sangre que derramaron hizo brotar una flor en una piedra o peña por la que el nombre del pueblo proviene de este hecho. No sólo es importante el acontecimiento por este motivo, sino que, presumiblemente en el lugar del martirio se levantó una de las construcciones más originales del lugar: la Ermita troglodita de los Santos Mártires.

El final del dominio musulmán de Peñaflor está, lógicamente, relacionado con la conquista del valle del Guadalquvir por Fernando III a mediados del siglo XIII, entre la conquista de Córdoba (1.236) y la de Sevilla (1.248), y concretamente, por lo que veremos mas adelante, en 1.240. La zona se le otorga a la orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, en concreto, Almenara, Setefilla y Lora. Más adelante, en 1.249, tras la conquista de Sevilla y como recompensa a la ayuda que la orden le prestó al rey, también se le concede a dicha orden los castillos y villas de Malapié, Algarín, Alcolea y Peñaflor. Durante el comienzo del siglo XIV, Peñaflor sufriría los vaivenes políticos del comienzo de este crítico siglo y, con bastante probabilidad, pasaría la jurisdicción de realengo en uno de los muchos intentos de los reyes de reforzar su autoridad. Sin embargo, durante el reinado de Alfonso XI, (1.312-1.350) la villa de Palma del Río y otros lugares fueron concedidos por el rey al almirante micer Egidio Bocanegra (1.342). Uno de sus sucesores tomó los apellidos de su madre, hermana del señor de Moguer, Pedro Portocarrero. A la muerte de aquella heredó el señorío de Palma y Moguer, al que fue obligado a renunciar recompensándole en 1.444 con el señorío de Hornachuelos, Peñaflor, Posadas y Santaella, junto a otros beneficios.

Ya en 1808, durante la Guerra de la Independencia, Peñaflor, dependía de la de Palma del Río y Córdoba. Sin embargo, en 1810, conquistada la zona por los franceses, pasa a depender del Corregimiento de Lora, con lo que, por primera vez, Peñaflor pasa a pertenecer a la provincia de Sevilla. Tras algunos escarceos, definitivamente, Peñaflor pasa en 1834 a pertenecer a la provincia de Sevilla.

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