GASTRONOMÍA

Marzo 2012: Bar Iberia.

Rutas Gastronómicas por los barrios de Sevilla: Centro urbano-Puerta de Jerez.
Calle Almirante Lobo, 5. 41001 Sevilla.
Relación calidad-precio:

Presentación:

Cocina:

Servicio:

Mala   Aceptable   Buena   Muy Buena   Excelente

Tapa destacada: Boquerones en adobo. 

Otras tapas: Ensaladilla, pavia de pescada y huevas con mahonesa.

 

El Bar Iberia,  en la calle Almirante Lobo, a tiro de piedra de la Torre del Oro, forma parte de esa legendaria saga de tabernas urbanas de Sevilla que proliferaron por doquier a mitad del siglo XX y que contribuyó, junto con otras de similares características, a hacer más humana, más artística y más libre nuestra ciudad en una época donde la libertad era un bien escaso. Escenario de tertulias taurinas, testigo de reuniones políticas al abrigo de chivatos y policías franquistas, espacio ganado a la dictadura y escenario vivo de la Sevilla predemocrática, el Bar Iberia es hoy un establecimiento completamente distinto, aunque todavía conserva ese aroma especial de las tabernas con solera de Sevilla.

En los años 70, a la salida de los tablaos flamencos, cantaores y bailaores se reunían hasta altas horas de la madrugada en este histórico rincón sevillano que era y es el Bar Iberia.  Allí la fiesta y la barra continuaban siempre abiertas sin que su dueño, Nicanor, pusiera nunca una mala cara. Desde los cantaores más grandes y famosos hasta los igualmente grandes pero desconocidos, pasaron por la taberna en algún momento, enseñando, quizá sin proponérselo, el amor por el flamenco a toda una generación de sevillanos y andaluces que con el tiempo agradecieron. Algunos de aquellos cantaores adolescentes que miraban y aprendían son hoy dignos seguidores de su labor. Porque donde hay flamencos, barra y madrugada, hay fiesta, alegría y libertad. Por el Bar Iberia se dejó caer alguna noche hasta el mismísimo Camarón, y junto a los grandes del flamenco y del baile, los parroquianos y aficionados con solera, se cantaban una soleá o bailaban al ritmo de los guitarristas de turno, que en el Bar Iberia, siempre había alguien dispuesto a tocar una guitarra.

En aquellas noches de cante y baile, muchos artistas comenzaban a dar sus primeros pasos y soñaban con ser algún día un grande del cante «jondo». El Bar Iberia, el de antes, no el de ahora, completamente renovado y transformado,  y posteriormente cerrado, era de esos sitios que abrían las 24 horas, como las farmacias de guardia. Y precisamente ese horario es lo que permitía que allí, en su puerta tuviese una parada el autobús que trasladaba a los jefes de Astilleros de Sevilla a la factoría de Elcano.

Entre aquellos trabajadores que cogían diariamente ese autobús, estaba D. Vicente Sanchís Barberá, el padre de mi amigo Vicente, un hombre bueno y entrañable que tuve la dicha de conocer y de compartir con él algunos momentos inolvidables. El Bar Iberia, llamado así porque su fundador, Nicanor Sáinz, montañés como otros muchos taberneros de la época, lo inauguró en 1970 justo enfrente de las antiguas oficinas de IBERIA, la aerolínea española ya hoy desaparecidas de aquél lugar.

El Bar Iberia era entonces también un lugar de citas de artistas que el célebre empresario sevillano, Pulpón, reunía allí antes de salir de gira, convirtiendo aquel espacio tabernario en un apéndice de su oficina. Con estos antecedentes artísticos, no es de extrañar que por iniciativa de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, uno de los espectáculos relacionados con la Bienal de Flamenco del año 2008, fuera llevado, a modo de homenaje al Bar Iberia. Por supuesto, en aquél espectáculo hubo lugar para dedicar una de las piezas a Nicanor, el dueño del bar, que siempre tenía una palabra amable y una sonrisa para todo aquél que llegara a su local, fuese la hora que fuese.

Pero no sólo de cante vivía el Bar Iberia. Sin duda alguna no ha habido un montañés de Santander en Sevilla que hiciese la cola de toro y el menudo con el arte que lo hacía Nicanor. Y ese es el motivo por el que traemos a esta página el Bar Iberia. Todavía cuando la visitábamos en 2012, se podía degustar unos magníficos guisos caseros que hacen obligada la visita si se está por los alrededores de la Torre del Oro. Y en su colmao, con un poco de suerte, y yendo en días y horas apropiadas todavía se escuchaba el cante «jondo» entre sus cuatro paredes.

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